De la fotografía como arte, al arte como fotografía

Hay nombres que marcan más que otros, no es lo mismo llamarse Tiburcia que Marina. Tiburcia, ligar con tu nombre debe ser un meritazo. Nombres que dejan huella. (Lo dice una, que por desgracia, sabe de lo que habla).
Gregory Crewdson, de la serie "Beneath The Roses"

La fotografía, durante décadas, se ha considerado la hermana pequeña de la pintura. Su nombre, acuñado por Herschel, tampoco ayudó mucho, “pintar con luz”.

En cierta medida, la fotografía no emerge directamente del cuerpo, como lo hace la pintura. Mano, lápiz, papel. Sino que la máquina, el químico, los píxeles… según los modos de ver, neutralizan la expresividad del artista. El debate está servido.


Desde el principio de los tiempos, la fotografía ha estado rodeada de polémica. Para algunos no era más que un invento de orden científico, otros, en seguida la acogieron como un medio de expresión artística, por fuera de la parafernalia técnica.

Pero no conviene negar que en el imaginario colectivo, fotografía tiene que ver con la huella, la veracidad. Congelar el hecho. El instante decisivo. Con este peso empírico, a la fotografía, como a Tiburcia, le ha costado algo más dar su primer beso.

Al principio, nuestra Tiburcia llamaba a las puertas del arte, pero costaba sacarla a bailar. Ahora es el arte quien la reclama a gritos y los galeristas no le quitan ojo.

¿Pero cuándo se produce este click en el imaginario colectivo? ¿Cuándo se convierte en objeto de deseo?. La respuesta, como casi siempre está en el amor. Esos hijos del baby boom americano, que han crecido con imágenes, que de adolescentes han forrado las paredes de su habitación con reproducciones fotográficas, en los ´80, ya adultos, muchos cultos y con posibilidades económicas deciden comprar fotografía. Los galeristas ven un suculento camino por recorrer. Los conservadores de museos anteponen un interés a la obra y no a la técnica. El plato está servido.

De William Klein, que vivía del sueldo de su mujer bibliotecaria a George Crewdson, que antes de crear una imagen sabe las copias que va a hacer y sus potenciales clientes, hay varios mundos. Mundos además contemporáneos.

Y el género, ¿existe todavía el género en la fotografía? Fundamentalmente hay dos modos de mirar, por un lado la fotografía documentalista. Martin Parr, es un ejemplo. Entró en la prestigiosa agencia Magnum Photos con un voto de diferencia a su favor. Según el propio Parr, buscaba popularidad y al mismo tiempo, su entrada le daba una bocanada de aire fresco a la agencia. Sin duda, abrió camino.

Por el otro, la fotografía concebida desde el minuto uno para entrar en el templo supremo de las Bellas Artes. La no-fotografía. Erwin Olaf, Andreas Gursky… Pongamos de ejemplo a Jeff Wall, creador de imágenes a gran escala. Cada imagen suya está pensada al milímetro, no hay nada casual. En este sentido Wall se retrotrae a la pintura del XIX, donde todo está construido para que tuviera un significado.

Tras una minuciosa documentación teórica, antropológica, política, psicológica, social… su trabajo, dice, comienza en el acto de “no fotografiar”. No se limita al instante decisivo, ya que dedica tanto tiempo a recrear esa escena, como un pintor a sus lienzos. George Crewdson es otro ejemplo. Cada una de sus fotografías lleva a sus espaldas un equipo de producción, de iluminación cinematográfica, un cámara (él no pulsa el botón) , ni se ocupa personalmente de la postproducción y retoque de la imagen lo hace otra persona. 

¿Es o no es fotografía lo que crea Crewdson? ¿Pero realmente eso es lo importante?. Crewdson es un creador de imágenes, es el director de una imagen. Las películas de Scorsesse, ¿son más auténticas porque él lleve la cámara?,¿nos habíamos planteado esto con Scorsesse alguna vez?.

La Escena de Río (1858), de Camille Cibil es un magistral ejemplo de manipulación fotográfica del XIX, lo mejor de todo es que la foto la hizo un tal Francoise Moustard. Pero no es el único.

Estamos en un momento de cambio de escenario fotográficamente hablando. Como afirma Fontcuberta, "el pictorialismo digital inunda el mercado de la imagen". Y sigue, "según sus patrones genealógicos, la fotografía digital, contiene poco de fotografía".

Deberíamos inventar una palabra, la más bella del mundo, para poder bautizar este nuevo concepto correctamente.

Bella Tiburcia, tú no te mereces ese nombre.